Isaias 60 :3
“Porque os ha nacido
hoy, en la ciudad de David,
un Salvador, que es
Cristo el Señor”. Lucas 2:11
Jesucristo debe nacer en nuestros corazones. No se
trata de una fecha sino de la decisión de conocerlo como nuestro Señor y
Salvador. Hacemos vana la obra redentora de Cristo cuando pretendemos seguir
con nuestra vida como si nada, tomando nuestras decisiones sin incluirlo, sin detenernos
a pensar cómo se siente Jesús al vernos hacer nuestra vida sin Él; después de
haber entregado la suya por nosotros.
El nacimiento de Cristo no debe ser una tradición. Para nosotros la tradición no puede ser
mayor que el poder transformador del
Hijo de Dios, quien venció el pecado y nos acercó al Padre para que vivamos
su gran amor.
Las tradiciones tienden a perder la esencia del
significado, se vuelven superficiales. En especial esta fecha, se convierte en
un motivo para gastar desmedidamente, entregarse a la gula, al afán y descuidar
el verdadero valor del nacimiento del Salvador.
La fe en Cristo es una convicción inamovible, no es
simbólica, es tangible; aunque espiritual es real. No es suficiente la
tradición para comprender la profundidad del amor de Dios expresado en
Jesús. Nadie puede presentar a Jesús a alguien, como cuando
una persona presenta a otra y se dicen: “¡hola, mucho gusto!”. Cristo no
necesita presentación; Él se revela como quiere. Por ejemplo, a Moisés en una
zarza ardiendo pero que no se quemaba, a Samuel lo llamó por su nombre, a José
a través de sueños, a Saúl y David a través de un profeta, a Saulo, cuando
todos consideraban que Dios ya no hablaba personalmente, escuchó la voz de
Jesús que se le apareció en una luz incandescente que lo dejó ciego por tres
días.
Dios hace llamados diferentes, pero espera la misma
respuesta; corazones dispuestos. Que
Jesús nazca en nosotros en una experiencia que necesitamos para saber el sentido
de nuestra existencia, encontrar valor a nuestra vida; para ser salvos, ¿de
qué? De las consecuencias del pecado que nos alejaba del Creador.
No te quedes con lo que has oído sobre
Jesús, vívelo tú mismo. Ahora solo pídele que nazca en ti…
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